jueves, 5 de marzo de 2009

Diccionario para los locos bajitos


Mi mujer tuvo una idea excelente: crear un diccionario con las palabras que nuestros hijos utilizan diaramente para que otras personas, además de los especialistas en estos particulares dialectos, puedan entender e interpretar lo que ellos dicen. Las ventajas de esta gran idea son obvias: uno podría llevar al jardín a sus hijos provistos de una versión del diccionario dentro de la mochilita del osito, monito o cualquier otro personaje de ocasión. Eventualmente, amigos o niñeras circunstanciales podrían recibir además de las recomendaciones habituales uno de estos ejemplares que ciertamente podrían ayudar a mejorar la comunicación humana. Basta entonces comenzar a plasmar la idea….


Agüelo/a: padre o madre de los progenitores a cargo del loco bajito.

Bechito: pequeño ósculo.


Calquito: diminutivo de un polvo blanco, de naturaleza aromática que suele colocarse en colitas frescas.


Cecenta: bella protagonista de un clásico cuento y film infantil que consigue la proeza de bailar con zapatos de cristal sin quebrarlos.


Chinchin: elemento de diversión infantil, encontrado en plazas públicas en donde el niño sigue las leyes físicas del péndulo, usualmente bajo la esforzada acción de padres, tíos o abuelos. No confundir con el clásico epíteto seguido de choque de vasos, de naturaleza festiva, que los adultos realizan cuando consumen bebidas alcohólicas.


Condete-condete: acción de ocultarse de la vista de los padres o humanos a cargo del pequeño/a bandido/a.


Chuchara: utensilio utilizado en la cultura occidental para ingerir alimentos.


Chucharita: diminutivo de chuchara.


Cuacos: sustantivo genérico que denota los objetos que los seres humanos colocan en sus pies para caminar.


Dadito: porción pequeña de un postre preparado a bajas temperaturas a base de crema o de agua, muy consumido en épocas de calor o antojos.


Dagón: organismo que es personaje habitual en la narrativa fantástica y que acostumbra a echar fuego por la nariz en vez de mocos.


Dida/Dido: felices y esforzados seres humanos que tuvieron la suerte de ser madrina/padrino de la adorable criatura en cuestión


Dodate: elemento derivado del cacao (vegetal autóctono de las Américas) que facilita la liberación de endorfinas.


Faela: alegre mujer, oriunda del otrora imperio incaico, que realiza con extremo entuasiamo y energía toda clase de juego o actividad sugerida por la adorable criatura en cuestión.


Fafante: vertebrado paquidérmico, compañero de correrías de Tarzán


Garuya: dícese de la lugareña nacida en Rio Grande do Sul, Brasil o en la Pampa Argentina. Es común en portugués utilizar el término gaúcha o gaucha en español.


Huigüito: huevo de pequeño tamaño, en general de chocolate.


Ibiqua no: amiga imaginaria de la pequeña mamífera, culpable y ejectura de todas las acciones prohibidas expresamente por los padres.


Iqui-iqui: vertebrado roedor, personaje habitual de productos para niños de amplio espectro. En los últimos tiempos ha devenido en chef de increíble sapiencia culinaria.


Momate: fruto rojo, ingrediente habitual de la dieta mediterránea.


Papapa: simpático habitante del polo Norte, famoso por su generosa filantropía con niños de todo el mundo y por el extraño medio de locomoción que utiliza (renos voladores).


Piperpan: natural del país de Nunca Jamás, con serios problemas de maduración y grandes poderes de seducción como pueden dar fe Wendy, Campanita y sirenas de la zona.


Pipipu: oso de cuentos y films infantiles que posee una obsesión manifiesta por la miel.


Podora: neologismo similar al elaborado por Quique Pessoa (dorita) para designar a un equipo esencial en la vida moderna (ordenadores).


Princi: figura varonil, esencial de los cuentos infantiles, que salva a princesas en apuros. No confundir con otro loco bajito que toca la guitarrita, de nombre Prince.


Sencler: afable e paciente personaje que con un permanente estado zen cumple con todas las demandas de la pequeña demandante. No confundir con Lord Sinclair, entrañable personaje interpretado por Roger Moore de la serie "Dos Tipos Audaces" (Roger Moore era el inglés distinguido, Tony Curtis era el norteamericano bestia).


Sheshi: amada tía.


Todo: interjección de satisfacción lanzada por la pequeña mamífera al finalizar el contenido sólido o líquido en forma integral durante una comida



sábado, 24 de enero de 2009

Dos años con la estrella azul



Querida hija:

Existen tantas cosas que nos hacen llorar y que después nos dejan avergonzados, como si de pronto no quisieramos dejar nuestra máscara de recio caballero andante con piloto y sombrero de detective noir.

Y eso nos molesta porque quisieramos siempre ser sabios y sobrios en nuestras conductas. Profesionales en nuestra relaciones de trabajo.Ecuánimes en nuestra distribución del tiempo. Y sobre todo, porque eso es lo que nos dicen que es importantísimo, quisieramos ser eficientes.

Sin embargo, y por suerte, hay una dulzura que se aparece casi a nuestro alcance y es al mismo tiempo esquiva, pero que no sabe de modernidades descaradas. Nace ahi una melancolía tan inexplicable como porteña, de la mano de brisas de primavera con restos de invierno que ya fueron y promesas de lo que vendrá. Nace, también, la sospecha de que otro mundo es posible.Y es en esos inicios de primavera, cuando el fin de tarde ya no es tan oscuro y el sol se empieza a animar por las calles de Buenos Aires, que lo que viene siempre parece algo mejor.

("...Uno dice lo que dice, mas no dice lo que piensa.
Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que ¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?..."
Los espejos transparentes, Gabriel Celaya)


Pero, y siempre hay un pero, lo intangible muchas veces viene sin las llaves que abran las puertas para su encuentro. Eso no quiere decir que esos mundos anhelados no se puedan intuir casi al punto de tocarlos y descubrirlos de mil y una formas, siempre inesperadas. A tu padre le ha pasado escuchando La Estrella Azul, de Peteco Carabajal cuando la canta Mercedes Sosa.

"Donde estará la estrella azul?
Esa estrellita del alma
mis ojos suelen brillar
perdidos en la inmensidad
A veces sueño que está aqui
y se ilumina el camino
cuando aparece el fulgor
cerquita de mi corazón..."

Cuántas veces he cantado esa canción, cerrando los ojos? Cuántas veces intui que esa estrella azul era importante, sin saber por que? El tiempo pasó, tranquilo o inoportuno, incansable siempre. Y un día una nena de ojos de mar profundo trataba de apilar estrellitas, formando una torre que después caia de un manotazo. Luego la armaba nuevamente, en una repetición infinita consagrada por la risa.

Y sabés que?

La última estrellita de la torre, la más chiquita y la más importante porque es la que te dice que, finalmente, armaste la torre... era una estrella azul! Ese día fue de llorar de alegría, algo que todavía no descubriste. Trato de explicarte: tu papá llora irremediablemente de esa forma cuando mira una película que dentro de algunos años vamos a ver juntos. Creo que será la mejor forma para que entiendas que es eso de llorar sin estar triste o con rabia porque papá no te deja que le tires de la cola al gato.

Un día vamos a ver, vos, mamá y yo, una película que se llama El joven manos de tijera. Vas a conocer a un inventor, un científico loco como mamá y papá, que crea a Edward, un robot que no tiene manos, sino tijeras. Y si la película te llega a gustar tanto como a nosotros, vas a sentir que uno quisiera ser Edward alguna vez. Aunque sea un momento, para ver que es eso de cortarle el pelo al hielo y descubrir cisnes escondidos. Aunque sea para atrapar por un instante la certeza de que lo justo viene antes que la ley.

Y como ya te dije, cuando termine la película mamá y papá van a estar llorando. Pero ahora por saber que se acabaron los mundos intangibles, recibiendo las caricias de tus manitos que cortarán, una y otra vez, los velos que antes nos dejaban ciegos y cubrían el camino.
Un camino ahora alumbrado por una estrellita azul y con canteros de flores cuidadas por Edward, el joven con manos de tijera y corazón gigante.

Felices dos años mi amor.

Tu papá

Por qué me gustan los lunes



Hace mucho tiempo atrás, un cantante de rock llamado Bob Geldof (luego famoso con los conciertos de la Amnesty International) tenía un grupo que se llamaba Boomtown Rats que creó perlas como una canción llamada "I don´t like Mondays", que ganó la adhesión fervorosa de los devotos de fiebres de sábado nocturnas, de los lastimados por resultados futbolísticos adversos durante el domingo, y de los vagos en general.

Hubo un equivalente ecológico en Argentina, cantada por Sui Generis que se llamaba "Lunes otra vez", una típica canción adolescente desesperanzada en donde Charly García clamaba sobre los infortunios varios de los lunes, el gris depresivo de la ciudad, etc, etc, una canción que ahora creo que es muy inferior a "I don´t like Mondays" pero que en mi adolescencia me gustaba y que solía cantarla mentalmente todos los lunes que iniciaba mi fatídico viaje en colectivo para ir al colegio secundario. Sea como sea, el entusiasmo que generaban estas canciones surgía de algo básico y evidente: a casi nadie le gustan los lunes, sobre todo de mañana y peor si son lluviosos.

Digo a casi nadie porque yo en los últimos tiempos me he transformado en un enamorado de los lunes. No, no, no es una pose snob para garantizar exclusividades de pensamientos y actitudes. Es un sentimiento sincero, originado porque un lunes nuestra hija llegó a nuestras vidas. Y otro lunes de enero, la niña me miró y balbuceó con una voz finita (y adorable, claro) "papá". Mi mujer y mi vieja lloraron y yo tuve la certeza de que uno a veces, solo a veces y muy de vez en cuando, se ganan medallas que quedan para siempre colgadas del pecho.

Y por eso ahora hasta les diría que los lunes me generan una cierta expectativa, lo que no quita que sigan odiando al despertador.

Pero los lunes, ah los lunes guardan sorpresas que los sábados no imaginan.



Manifiesto Racinguista





Escrito el 09/12/2001, poco antes de la obtención del glorioso Campeonato Apertura, luego de 35 años de sequía

Todo el mundo con un mínimo de cultura futbolística tiene idea quíen es Racing: el primer equipo de Argentina en ser campeón del Mundo. Seguramente muchos también saben que un personaje paradigmático de Buenos Aires como Carlos Gardel era de Racing y que una tarde soleada de domingo le imploró a Pedro Ochoa para que jugara aún estando lesionado porque él, en vez de ir a ver a los burros, había decidido ver un partido de Racing... y a Ochoa.

En estos últimos tiempos, al vivir el peligro (la pesadilla) de la quiebra no pude menos que pensar que durante más de tres décadas los racinguistas habíamos vivido de vanas ilusiones. Ante la posibilidad de la quiebra y que Racing se convirtiera desde el punto de vista jurídico en algo intangible e inmaterial, pareció que nuestros sueños quedarían definitivamente materializados en una única y gran ilusión. En algún momento corrimos el riesgo de ser hinchas de un club virtual.

Ahora las cosas han cambiado, los temores empiezan a ahuyentarse y se buscan los recuerdos, aún los más mínimos, aquellos que hagan reafirmar lo sabio que uno fue cuando eligió ser de la Academia para siempre.

En mi caso, creo recordar que me hice hincha de Racing cuando tenía aproximadamente cinco años de edad. En ese momento sentía que debía ser de algún equipo, algo que seguramente escondía un oscuro sentimiento de pertenencia. Le pedí a mi viejo (hincha de Independiente) que me enumerara todos los equipos de Argentina, detallando sus conquistas más importantes. Y así fue que él me habló de las infinidades de títulos argentinos ganados por Boca y River, y de la inmensa cantidad de copas Libertadores obtenidas por Independiente. Como al pasar después me contó que mucho tiempo atrás Racing había salido varias veces campeón argentino y que en 1967 había obtenido el campeonato mundial de clubes. Es difícil explicar el impacto que me provocaron las palabras “primer campeón del mundo de Argentina”, por más que después mi viejo haya tratado de minimizarlo diciendo que Estudiantes de la Plata también había salido campeón del mundo y que si multiplicaba la superficie de América por el número de veces que Independiente había ganado la Libertadores, eso daba una superficie mayor que la del planeta Tierra.

Ni su argumento de la falta de exclusividad de Racing en la obtención de lauros mundiales, ni su argumento matemático-geográfico consiguieron hacerme desistir de la trascendente decisión que tomé aquel día: ser hincha de Racing. Pensando retrospectivamente creo que varias cosas confluyeron para eso. En aquél entonces veía en la casa de unos vecinos los programas de lucha libre que pasaban por televisión. El ese entonces odiado Martín Karadagián era –simultáneamente- jefe de la troupe de luchadores y el auto titulado campeón del mundo. Todas las veces que salía a luchar se colocaba un cinturón (que yo imaginaba de oro) que certificaba su condición de monarca mundial del catch. Este descendiente de armenios tenía reflejada en su cara una maldad autoconsciente, altamente irritante pero aún así nadie conseguía vencerlo, ni siquiera aquellos que parecían tener mejores cualidades técnicas o incluso morales. Estos recuerdos debemos ubicarlos en un tiempo previo a la aparición del Martín “bueno” (“ya llegó el gran Martín, el gran Martín es un Titán”) que intentaba reconciliarse con los chicos dándoles besos y golosinas. El anterior Martín era un personaje más oscuro que de una manera ambigua pero eficaz ya nos hacía vislumbrar que este mundo no siempre gana el mejor (el Caballero Rojo por lejos, desde mi lógica infantil)… ni el más bueno.

Traigo estos recuerdos de mi infancia para hacer entender al ocasional lector de este Manifiesto que mi deslumbramiento con las palabras “campeón del Mundo” se originó de un universo tan alejado del fútbol como es el catch. Como es obvio, cada cual tendrá sus motivos íntimos que lo llevaron a hacerse hincha de Racing. Creo que sin embargo cabe preguntarse si podemos encontrar algún hecho común, algo que nos identifique como miembros de la misma tribu, resquicios ocultos de nuestra personalidad que conlleven un germen racinguista ineludible. Y acaso eso haya que buscarlo en la otra palabra que me dijo mi viejo y que definió para siempre mi condición de racinguista: “primer”. Primer campeón del mundo de Argentina.

Racing instauró en nuestro fútbol local un hecho fundacional y a partir de él Argentina pasó ocupar un lugar en el fútbol mundial, no solamente en Sudamérica. Por más que a muchos no les guste, hacia 1967 ni la selección ni los equipos de Argentina habían ganado algo a nivel mundial. Racing fue el primero y aunque es sabida la importancia que esto tiene en cualquier actividad humana, creo que deberíamos analizar las consecuencias de serlo. A priori, ser el primero garantiza la gloria o el infierno sin medias tintas. Sea para bien o para mal, a el primero se le asegura el recuerdo eterno, pasa a formar parte de la memoria colectiva de una tribu, hinchada o país. Ser el primero tiene tanta importancia en nuestra cultura que abundan los ejemplos de episodios de bajezas y traiciones para alcanzar la categoría de “primero”.

Sea como fuera, queda absolutamente claro que Racing es un club de logros deportivos fundacionales: ha sido el primer Campeón del Mundo en 1967 y el primer Campeón de la Supercopa en 1988, esta última una conquista que nunca fue debidamente reconocida y valorada y que espero que revisionistas deportivas tengan a bien incluirla en el futuro cuando hablen de las glorias del futbol argentino.

Si reflexionamos un poco, la sequía de 35 años sin títulos locales, hace que muchos hinchas o no hubieran nacido o no recuerden la última vez que Racing ganó un campeonato argentino. De esta forma, para los hinchas de menos de 35-40 años, ganar un campeonato es casi como salir campeón por la primera vez. Este no es un dato menor, porque entonces quiere decir que estamos en presencia de una situación que es casi fundacional, y –aunque jamás lo admitan- Merlo y los jugadores saben que esto asegura un lugar en el Olimpo racinguista.

Inclusive creo que debo incluir otro elemento de análisis muy importante. Ríos de de papel y saliva han corrido para demostrar de forma fehaciente que el nuevo milenio ha comenzado en el 2001. Si Racing consigue su objetivo, esto significará que será el primer Campeón del nuevo milenio. Algún insidioso hincha de San Lorenzo querrá inoportunamente soslayar esta posibilidad diciendo que ellos fueron campeones del primer campeonato argentino disputado en el 2001. Lamento disentir con ellos: San Lorenzo fue campeón del Clausura, nosotros tenemos la posibilidad de ser campeones del Apertura del 2001. En cualquier lugar del mundo la apertura viene antes que la clausura, que esto no sea así en la Argentina me parece a mí que es un hecho menor y que no quedará registrado en los anales de la Historia. Lo importante de todo esto es que se genera la posibilidad de Racing obtenga otro logro fundacional. De alguna manera intuyo que la alineación de los astros debería cósmicamente favorecer al trinomio Primer Campeón del Mundo, Primero Campeón de la Supercopa y Primer Campeón Argentino del Nuevo Milenio.

Si miramos uno por uno a los jugadores de Racing, llegaremos a una conclusión irrefutable: no hay grandes estrellas. No hay ningún D´Alessandro de zurda mágica o un genio de la pisada como Riquelme. Por el contrario, a ninguno de los jugadores de Racing uno se los imagina jugando en la Selección. Pero ellos –como nosotros- saben que si ganan logran algo que es absoluto porque es fundacional. Y tal vez en este minimalismo de calidad en el trato de pelota haya uno de los motivos de la simpatía general que está teniendo la campaña de nuestros esforzados luchadores. Más allá del apoyo que el equipo obtiene por simple compasión, creo que hay empatía porque estos jugadores son un grupo de personas comunes frente a la posibilidad de obtener algo inusual. De alguna manera encarnan el ideal del antihéroe chandleriano: no son ganadores ni genios en lo que hacen, pero están ante la chance de lograr algo que trasciende sus propias limitaciones. Nos es fácil vernos reflejados en ellos, porque seguramente la mayoría de nosotros no somos D´Alessandro o Riquelme en nuestro ámbito laboral.

Hace poco leía una entrevista a un jugador de Racing que decía que nuestro equipo no juega como River porque no tiene jugadores como D´Alessandro o Orteguita. Bueno, ya sé que es una verdad de Perogrullo y que estéticamente las diferencias entre River y Racing son obvias. Pero esa forma de reconocer la realidad tal cual es me conmovió. Vivimos en una época tan mezquina en verdades de cualquier tipo que uno termina aplaudiendo cuando se enuncia una, aunque sea evidente. En un mundo donde las zapatillas no son objetos para caminar en forma cómoda sino portales que nos conducen a experimental la esencia mística del Deporte, o donde una gaseosa no es una bebida que uno toma cuando tiene sed, sino un instrumento que promueve la armonía entre los seres humanos y la paz mundial, qué más se puede decir? Lo que dijo el jugador fue una verdad simple: Racing no es River, lo nuestro es garra y corazón. No hay más ni menos que eso. Y, más importante aún: no hay espejitos de colores.

Por último no podemos olvidar a nuestro principal personaje, el antifashion por excelencia y candidato a tener su monumento en vida: Mostaza Merlo. Más allá de su folklore simpático, hecho de pasos prudentes, cuernitos maléficos y prístina voz de tenor, hay algo innegable: está muy cerca de conseguir lo que muchos no pudieron. Cómo interpretar la realidad de Merlo en el futbol argentino? No lo sé, reconozco mi ignorancia en el tema. Recuerdo vagamente su papel como entrenador de los seleccionados juveniles de Argentina durante la época de Basile y no mucho más. Pero más allá de cualquier recuerdo o reflexión, ahí está nuestro buen hombre, con sus cabellos de dudoso color rubio, su panza, y su inteligencia en parar al equipo desde la realidad que le impone los jugadores con los que cuenta, nada más y nada menos que fuerza y corazón.

Ya para terminar, una vez leí un libro inolvidable que tenía en su prólogo una frase del I Ching que decía:

“Al término de un período de decadencia sobreviene un punto de mutación. La luz poderosa que fue prohibida, resurge. Hay movimiento, pero no es generado por la fuerza. El movimiento es natural, surge espontáneamente.”

Más acá, en el Sur, muchos se preparan porque el momento está cerca. Estamos todos equipados con los elementos que Horangel nos asegura que nos ponen en contacto con las fuerzas no terrenales. Habrá quien tenga aquella camiseta imbatible para dar finales o conseguir trabajo. Otro se habrá puesto los calzoncillos que garantizan éxitos en las noches de amor y en el deporte. Habrá cuernitos, vírgenes de mirada desvalida, la foto del Chango Cárdenas dando el bombazo del primer Campeonato del Mundo, Los obsesivos cuidaran celosamente que todos estén sentados en sus lugares habituales cuando empiece el partido, repitiendo hasta el infinito la rutina del Domingo.

Acá en el Sur estamos todos, porque esta vez la gloria se la ve al alcance de la mano. Y hacia allá vamos. Paso a paso.