martes, 19 de junio de 2012

Hace 6 años mandaba a lavar el auto

De todos los artilugios electrónicos a nuestra disposición, el teléfono huye a nuestro control. Decidimos cuando escuchamos música, cuando entramos en Internet, cuando miramos televisión. No decidimos cuando es que el teléfono va a tocar.

Una vez sonó un lunes, en medio de una reunión con nuestros alumnos. La señora que llamaba anunció que había una niña en camino, luego supimos que en dos horas la traerían. Alegría inmensa y, también, miedo de saber si ibamos a dar la talla.

Nos sentamos a tomar un café para pensar que ibamos a hacer. Los alumnos fueron avisados de no habría más reuniones en ese día, dando inicio a una larga serie de días en que el trabajo tuvo que negociar con una niña mucho más poderosa.

Estábamos en el café y no sabíamos por dónde empezar. Una lista mental rápida incluia chupetes, mamaderas, leche en polvo (cuál?), pañales, algún juguete (fue una Kitty hadita). La logistica paralizaba, nuestra inexperiencia tampoco ayudaba.

Por hacer algo, por empezar a actuar, propuse llevar a lavar el auto, para que estuviera limpio cuando tuvieramos que llevar a la niña a nuestra casa. Ese fue el primer paso, absurdo tal vez. Pero fue el inicio, un impulso que permitió que más tarde estuvieramos deambulando por el supermercado elegiendo varios tipos de chupetes, de mamaderas y pañales, en la esperanza que algunos fueran los correctos.

Volvimos a la facultad, teníamos que buscar todas las cosas que habíamos dejado en nuestra sala. En el estacionamiento nos esperaban una fila de alumnas, todas llorando. Las seguí viendo por el espejo retrovisor cuando, finalmente, emprendimos el camino a casa en nuestro auto reluciente.

Hoy hacen 6 años que nuestro auto tuvo una buena limpieza, con cera incluída.  

El mismo día en que recibimos una dosis de nueve meses en sólo 24 horas.

Sin dudas, nuestro mejor día. Imbatible

martes, 28 de febrero de 2012

jueves, 23 de febrero de 2012

Sobre rojos diamantes eternos



Los más raros ...
Los más bellos ...
Son los diamantes rojos.

"Tengo que aprender a ser luz
entre tanta gente detras.
Me pondré las ramas de este sol que me espera
para usarme como al aire."
Canción para los días de la vida
Luis Alberto Spinetta

sábado, 11 de febrero de 2012

Sobre diamantes y otros menesteres

Pienso, cartesiano: que si hablamos de diamantes no podemos eludir su rojo fulgor. Rojo como la sangre. Sangre es vida, mientras pulse por vasos, arterias y venas. De lo que deduzco que la muerte podrá tener cualquier color menos el rojo. Concluyo: sin vida no hay diamantes.

Refuto, más humano: que tal vez no se trate sólo de sangre y diamantes. Que si hablamos de diamantes tal vez podamos hablar de alma. Las guitarras tienen alma, todos los instrumentos de cuerda tienen alma. Wikipedia me informa, el alma es una varilla de metal para soportar la tensión de las cuerdas.

Y si hay alma, metal y madera, en los instrumentos: quien puede demostrar que esa alma no sea música al tocarlos? Y que si hay música, entonces hay alma y, por lo tanto, hay diamantes aún en la muerte?

Música: una fuerza de la naturaleza incontrolable. Salta por encima de nosotros, por las hendijas que le dejamos, ella entra. Él decía que la música era como una medusa. Nada más elegante que una medusa al flotar, princesa del mar. También, nada más inexplicable.

Amo: a los shamanes que me hacen presentir el misterio y, humildemente, me recuerdan que hay tantas verdades como personas.

Y que los misterios existen para ser caminados mientras dure el goce.

Y que hay tantas capas como cebollas puedas recoger.

Y que la palabra, también animal, es música al cantarla. Y que, mientras poesía, es sagrada.

Saudades: saber que no puedo esperar nuevos discos tuyos.

Aún así: habrá un rojo fulgor de diamantes siempre a mi lado.

LA: sus iniciales.

La-la-la.

El-ei.

Los Ángeles.

Él, uno de ellos.

"Shine on you, crazy diamond..."