sábado, 23 de octubre de 2010

Es mi hija

Es mi hija.
Bebe la vida a grandes sorbos. Agua pura de glaciar o, más seguramente, de fuentes mágicas de castillos encantandos.
Todo es nuevo, todo está siempre para ser descubierto. Por eso no hay tiempo que perder, ni siquiera para comer.
A veces, su sangre me depara con abismos que no sé cruzar.
Va a la peluquería. Está seria, no es una actividad menor. Le cortan el pelo.
Pide luego que le pinten las uñas. La señora pinta ocho dedos. Dos están lastimados.
No se queja, está feliz de tener florcitas en la uñas.
Y pienso que aún en mi angustia, ella me lleva siempre al encuentro de alegrías desconocidas.
Es mi hija.
Respiro al besarla.

sábado, 16 de octubre de 2010

Todos com Josencler

No olhar.
No abraço.
Nas músicas compartilhadas.
No café amigo.
Todos com Josencler

sábado, 2 de octubre de 2010

Cuestionários Líquidos

En mi Universidad se ha iniciado una serie de reuniones para plantear, entre otras cosas, las acciones a futuro de la Institución de acá a doce años. Se nos ha entregado un cuestionário para guiar y orientar las discusiones.

La primera pregunta ya hace tambalear la paciencia: "Cuál es el papel de la Universidad para el desarrollo del país?" Evidentemente esta es un pregunta nueva, algo que nos hace adentrar en lo más profundo de nuestra consciencia. Se nos ha dicho que estamos realizando una discusión filosófica, aspecto que me deja en duda al leer la primera pregunta. Jamás se me ocurriría adjetivar a la filosofía con el término "obvio".

Filosofamos los que trabajamos en la Universidad? Si, como se dice, somos lo que comemos, se podría agregar que -espiritualmente- somos lo que leemos. Leemos filosofía? Cuáles son nuestros referentes? Hay consciencia de que hablar sobre lo que queremos como Institución para dentro de doce años revela una ignorancia evidente sobre aspectos básicos de modernidad y globalización?

Somos lo que leemos y nuestras preguntas revelan lo que no leemos. O lo poco que pensamos al leer.

Reuniones y seminarios que serán realizados dejarán expuesta nuestra angustia básica: no sabemos a dónde vamos ni quien sopla el viento que mueve nuestro bote. La trampa de siempre será que, una vez más, la atividad principal en estas reuniones no será filosofar sobre los destinos y las necesidades de la Universidad sino discutir cómo responder el cuestionario de la forma menos vergonzosa posible y que deje en claro nuestros altos ideales en pro de la Institución.

Serán bienvenidos cronogramas con flechas doradas que unan objetivos y acciones concisas, brillantes en su racionalidad. La flecha del tiempo avanzará incólume a lo largo de doce años. Atrás quedarán preguntas molestas:

- Existen modelos económicos que muestren fehacientemente en dónde estaremos parados de acá a -digamos- diez años?
- Cómo los cambios climáticos pueden afectar nuestras actividades en la Universidad?
- Cuáles serán las nuevas pandemias que irán a aparecer y cómo impactarán en nuestras actividades docentes y de investigación?

Y, por sobre todo, la flecha del tiempo esquivará la principal pregunta:
- Cómo afectará nuestra ignorancia filosófica el camino que queremos trazar de acá a doce años?

Mil veces prefiero vivir con una desesperanza lúcida que vivir drogado en la puta modernidad líquida.

sábado, 19 de junio de 2010

Mi hija es Mundial


Estamos en época de Mundial y todos nos tratan de convencer de que mejor que el heroísmo cotidiano está la epifanía del gol. Hace ya tiempo, desde que vivo con mi hija, la importancia de este y otros campeonatos se ha puesto en perspectiva: no es vital ni cambia el rumbo de nuestra vida, al menos de la mía.

En el 2006 ser argentino y vivir en Brasil luego de nuestra eliminación a manos de Alemania significaba recibir bromas y sarcasmos surtidos. En aquella época nada de eso me afectó. Mi hija había llegado y nada era más importante que eso. Inútiles fueron los comentarios de mis alumnos cuando llegué a dar clase en medio de la definición por penales que nos dejaría una vez más fuera del Mundial.


Los resultadoa de los partidos solían afectar mi humor y tomando en cuenta que quien les habla es hincha de Racing queda claro que los malos humores predominaban. No fue así en aquel Mundial. Mi sonrisa era inamovible y me convertí en un personaje blindado a todo tipo de bromas que me hicieron (que no duraron mucho porque recordemos que luego Brasil fue doblegado por la batuta del maestro Zinedine Zidane).

Ahora, durante este nuevo Mundial, mi hija cumplió cuatro años, una cifra que para ella la instala definitivamente en la adultez. El día de su cumpleaños se levantó a las 6:45 h, ansiosa por ver los regalos. Ver su cara de alegría al abrir cada paquetito me llevó a pensar que gol podría darme un placer equivalente. Y salvo el gol obvio, el que todos conocemos, no creo que haya ninguno más.

La cuestión, creo yo, es que el futbol es un deporte hermoso pero que está culturalmente sobredimensionado. Nos gusta pensar que representa un microcosmos simplficado en el que podemos reflexionar sobre nuestra realidad. Tiene además la ventaja de darnos emociones muy concentrada, en donde un gol en el último minuto se impone sobre lo cotidiano. Eso que se construye día a día, con sonrisas de cumpleaños, lágrimas de rabia, búsqueda de medias perdidas, historias de pescaditos parlantes, y de cada uno de los infinitos detalles que mi hija me ofrece.

Definitivamente la alegría Mundial es etérea, aparece y desaparece rápido. Una brisa que sopla a cada cuatro años. Justo, justo el número que tenía la vela que mi hija sopló, justo un lunes.

lunes, 5 de abril de 2010

Músicas en el camino

Hermosa:

Acabé de organizar tu cuenta de mail por años. Fue algo bastante fácil porque a pesar de que hay varios mensajes de muchas partes del mundo, por ahora tenés apenas un manojo de años, seguramente menos de los que a vos te gustaría.

Fui leyendo varios de los mails escritos o recibidos y fue increíble ver lo vívido que eran los recuerdos. Lo hice mientras escuchaba a The Flaming Lips, una banda experimental tipo Pink Floyd (te acordás que los vistes en la tele en el 2008?), con una increíble sensación de placidez. Vi que en muchos mails míos te hablo de música y eso seguirá asi porque he llegado a la conclusión de que es el arte que más me gusta, algo que tu nombre me lo recuerda constantemente. Tenías apenas 6 o 7 días y ya estabas escuchando tu primera canción (Infinito Particular), de una cantante brasileña que adoro y que se llama Marisa Monte.

Y ahora, mientras tu mamá te muestra lo bueno de la música clásica, que para desilusión de mi abuelo y de mi tío nunca conseguí que me gustara!, yo trato de mostrarte algo de jazz y rock. En uno de los mails del 2006 además de hablar de vos -monotemático- comentaba sobre lo contento que estaba por haber conseguido un disco de La Máquina de Hacer Pájaros. Increíblemente, casi cuatro años después mientras hacíamos un largo viaje en auto me hiciste poner una y otra vez "No te dejes desanimar", una canción de La Máquina que estaba en el CD que hicimos para tu primer cumpleaños.

Es tentador ver esto como círculos que se cierran, pero acaso sea más lógico pensar que nuestros recuerdos no son sólo fotos sino que puede haber también una memoria musical y, quién sabe, que hemos empezado a compartirla. Se me aparecen canciones queridas como "I don´t like Mondays" para recordarme que llegaste a nosotros un lunes y que fue un lunes también cuando dijiste tu primera palabra -increíble regalo que me hiciste-. Aparecen "Kumbalawe" del Circo du Soleil y "Here comes the sun", canciones que te acompañaron en tu primer cumpleaños.

Y el tiempo, ese tiempo que pasa por nuestras vidas, a gusto o a disgusto, es también la dimensión que la música necesita para existir. No hay música sin tiempo.

Y tal vez sea que nuestro tiempo lo marcan las historias que pasamos y las arrugas que ganamos, pero creo que también lo hace la música que escuchamos.

No hay caminos sin tiempo y, por suerte, los caminamos cantando.

Un besote