sábado, 24 de enero de 2009

Manifiesto Racinguista





Escrito el 09/12/2001, poco antes de la obtención del glorioso Campeonato Apertura, luego de 35 años de sequía

Todo el mundo con un mínimo de cultura futbolística tiene idea quíen es Racing: el primer equipo de Argentina en ser campeón del Mundo. Seguramente muchos también saben que un personaje paradigmático de Buenos Aires como Carlos Gardel era de Racing y que una tarde soleada de domingo le imploró a Pedro Ochoa para que jugara aún estando lesionado porque él, en vez de ir a ver a los burros, había decidido ver un partido de Racing... y a Ochoa.

En estos últimos tiempos, al vivir el peligro (la pesadilla) de la quiebra no pude menos que pensar que durante más de tres décadas los racinguistas habíamos vivido de vanas ilusiones. Ante la posibilidad de la quiebra y que Racing se convirtiera desde el punto de vista jurídico en algo intangible e inmaterial, pareció que nuestros sueños quedarían definitivamente materializados en una única y gran ilusión. En algún momento corrimos el riesgo de ser hinchas de un club virtual.

Ahora las cosas han cambiado, los temores empiezan a ahuyentarse y se buscan los recuerdos, aún los más mínimos, aquellos que hagan reafirmar lo sabio que uno fue cuando eligió ser de la Academia para siempre.

En mi caso, creo recordar que me hice hincha de Racing cuando tenía aproximadamente cinco años de edad. En ese momento sentía que debía ser de algún equipo, algo que seguramente escondía un oscuro sentimiento de pertenencia. Le pedí a mi viejo (hincha de Independiente) que me enumerara todos los equipos de Argentina, detallando sus conquistas más importantes. Y así fue que él me habló de las infinidades de títulos argentinos ganados por Boca y River, y de la inmensa cantidad de copas Libertadores obtenidas por Independiente. Como al pasar después me contó que mucho tiempo atrás Racing había salido varias veces campeón argentino y que en 1967 había obtenido el campeonato mundial de clubes. Es difícil explicar el impacto que me provocaron las palabras “primer campeón del mundo de Argentina”, por más que después mi viejo haya tratado de minimizarlo diciendo que Estudiantes de la Plata también había salido campeón del mundo y que si multiplicaba la superficie de América por el número de veces que Independiente había ganado la Libertadores, eso daba una superficie mayor que la del planeta Tierra.

Ni su argumento de la falta de exclusividad de Racing en la obtención de lauros mundiales, ni su argumento matemático-geográfico consiguieron hacerme desistir de la trascendente decisión que tomé aquel día: ser hincha de Racing. Pensando retrospectivamente creo que varias cosas confluyeron para eso. En aquél entonces veía en la casa de unos vecinos los programas de lucha libre que pasaban por televisión. El ese entonces odiado Martín Karadagián era –simultáneamente- jefe de la troupe de luchadores y el auto titulado campeón del mundo. Todas las veces que salía a luchar se colocaba un cinturón (que yo imaginaba de oro) que certificaba su condición de monarca mundial del catch. Este descendiente de armenios tenía reflejada en su cara una maldad autoconsciente, altamente irritante pero aún así nadie conseguía vencerlo, ni siquiera aquellos que parecían tener mejores cualidades técnicas o incluso morales. Estos recuerdos debemos ubicarlos en un tiempo previo a la aparición del Martín “bueno” (“ya llegó el gran Martín, el gran Martín es un Titán”) que intentaba reconciliarse con los chicos dándoles besos y golosinas. El anterior Martín era un personaje más oscuro que de una manera ambigua pero eficaz ya nos hacía vislumbrar que este mundo no siempre gana el mejor (el Caballero Rojo por lejos, desde mi lógica infantil)… ni el más bueno.

Traigo estos recuerdos de mi infancia para hacer entender al ocasional lector de este Manifiesto que mi deslumbramiento con las palabras “campeón del Mundo” se originó de un universo tan alejado del fútbol como es el catch. Como es obvio, cada cual tendrá sus motivos íntimos que lo llevaron a hacerse hincha de Racing. Creo que sin embargo cabe preguntarse si podemos encontrar algún hecho común, algo que nos identifique como miembros de la misma tribu, resquicios ocultos de nuestra personalidad que conlleven un germen racinguista ineludible. Y acaso eso haya que buscarlo en la otra palabra que me dijo mi viejo y que definió para siempre mi condición de racinguista: “primer”. Primer campeón del mundo de Argentina.

Racing instauró en nuestro fútbol local un hecho fundacional y a partir de él Argentina pasó ocupar un lugar en el fútbol mundial, no solamente en Sudamérica. Por más que a muchos no les guste, hacia 1967 ni la selección ni los equipos de Argentina habían ganado algo a nivel mundial. Racing fue el primero y aunque es sabida la importancia que esto tiene en cualquier actividad humana, creo que deberíamos analizar las consecuencias de serlo. A priori, ser el primero garantiza la gloria o el infierno sin medias tintas. Sea para bien o para mal, a el primero se le asegura el recuerdo eterno, pasa a formar parte de la memoria colectiva de una tribu, hinchada o país. Ser el primero tiene tanta importancia en nuestra cultura que abundan los ejemplos de episodios de bajezas y traiciones para alcanzar la categoría de “primero”.

Sea como fuera, queda absolutamente claro que Racing es un club de logros deportivos fundacionales: ha sido el primer Campeón del Mundo en 1967 y el primer Campeón de la Supercopa en 1988, esta última una conquista que nunca fue debidamente reconocida y valorada y que espero que revisionistas deportivas tengan a bien incluirla en el futuro cuando hablen de las glorias del futbol argentino.

Si reflexionamos un poco, la sequía de 35 años sin títulos locales, hace que muchos hinchas o no hubieran nacido o no recuerden la última vez que Racing ganó un campeonato argentino. De esta forma, para los hinchas de menos de 35-40 años, ganar un campeonato es casi como salir campeón por la primera vez. Este no es un dato menor, porque entonces quiere decir que estamos en presencia de una situación que es casi fundacional, y –aunque jamás lo admitan- Merlo y los jugadores saben que esto asegura un lugar en el Olimpo racinguista.

Inclusive creo que debo incluir otro elemento de análisis muy importante. Ríos de de papel y saliva han corrido para demostrar de forma fehaciente que el nuevo milenio ha comenzado en el 2001. Si Racing consigue su objetivo, esto significará que será el primer Campeón del nuevo milenio. Algún insidioso hincha de San Lorenzo querrá inoportunamente soslayar esta posibilidad diciendo que ellos fueron campeones del primer campeonato argentino disputado en el 2001. Lamento disentir con ellos: San Lorenzo fue campeón del Clausura, nosotros tenemos la posibilidad de ser campeones del Apertura del 2001. En cualquier lugar del mundo la apertura viene antes que la clausura, que esto no sea así en la Argentina me parece a mí que es un hecho menor y que no quedará registrado en los anales de la Historia. Lo importante de todo esto es que se genera la posibilidad de Racing obtenga otro logro fundacional. De alguna manera intuyo que la alineación de los astros debería cósmicamente favorecer al trinomio Primer Campeón del Mundo, Primero Campeón de la Supercopa y Primer Campeón Argentino del Nuevo Milenio.

Si miramos uno por uno a los jugadores de Racing, llegaremos a una conclusión irrefutable: no hay grandes estrellas. No hay ningún D´Alessandro de zurda mágica o un genio de la pisada como Riquelme. Por el contrario, a ninguno de los jugadores de Racing uno se los imagina jugando en la Selección. Pero ellos –como nosotros- saben que si ganan logran algo que es absoluto porque es fundacional. Y tal vez en este minimalismo de calidad en el trato de pelota haya uno de los motivos de la simpatía general que está teniendo la campaña de nuestros esforzados luchadores. Más allá del apoyo que el equipo obtiene por simple compasión, creo que hay empatía porque estos jugadores son un grupo de personas comunes frente a la posibilidad de obtener algo inusual. De alguna manera encarnan el ideal del antihéroe chandleriano: no son ganadores ni genios en lo que hacen, pero están ante la chance de lograr algo que trasciende sus propias limitaciones. Nos es fácil vernos reflejados en ellos, porque seguramente la mayoría de nosotros no somos D´Alessandro o Riquelme en nuestro ámbito laboral.

Hace poco leía una entrevista a un jugador de Racing que decía que nuestro equipo no juega como River porque no tiene jugadores como D´Alessandro o Orteguita. Bueno, ya sé que es una verdad de Perogrullo y que estéticamente las diferencias entre River y Racing son obvias. Pero esa forma de reconocer la realidad tal cual es me conmovió. Vivimos en una época tan mezquina en verdades de cualquier tipo que uno termina aplaudiendo cuando se enuncia una, aunque sea evidente. En un mundo donde las zapatillas no son objetos para caminar en forma cómoda sino portales que nos conducen a experimental la esencia mística del Deporte, o donde una gaseosa no es una bebida que uno toma cuando tiene sed, sino un instrumento que promueve la armonía entre los seres humanos y la paz mundial, qué más se puede decir? Lo que dijo el jugador fue una verdad simple: Racing no es River, lo nuestro es garra y corazón. No hay más ni menos que eso. Y, más importante aún: no hay espejitos de colores.

Por último no podemos olvidar a nuestro principal personaje, el antifashion por excelencia y candidato a tener su monumento en vida: Mostaza Merlo. Más allá de su folklore simpático, hecho de pasos prudentes, cuernitos maléficos y prístina voz de tenor, hay algo innegable: está muy cerca de conseguir lo que muchos no pudieron. Cómo interpretar la realidad de Merlo en el futbol argentino? No lo sé, reconozco mi ignorancia en el tema. Recuerdo vagamente su papel como entrenador de los seleccionados juveniles de Argentina durante la época de Basile y no mucho más. Pero más allá de cualquier recuerdo o reflexión, ahí está nuestro buen hombre, con sus cabellos de dudoso color rubio, su panza, y su inteligencia en parar al equipo desde la realidad que le impone los jugadores con los que cuenta, nada más y nada menos que fuerza y corazón.

Ya para terminar, una vez leí un libro inolvidable que tenía en su prólogo una frase del I Ching que decía:

“Al término de un período de decadencia sobreviene un punto de mutación. La luz poderosa que fue prohibida, resurge. Hay movimiento, pero no es generado por la fuerza. El movimiento es natural, surge espontáneamente.”

Más acá, en el Sur, muchos se preparan porque el momento está cerca. Estamos todos equipados con los elementos que Horangel nos asegura que nos ponen en contacto con las fuerzas no terrenales. Habrá quien tenga aquella camiseta imbatible para dar finales o conseguir trabajo. Otro se habrá puesto los calzoncillos que garantizan éxitos en las noches de amor y en el deporte. Habrá cuernitos, vírgenes de mirada desvalida, la foto del Chango Cárdenas dando el bombazo del primer Campeonato del Mundo, Los obsesivos cuidaran celosamente que todos estén sentados en sus lugares habituales cuando empiece el partido, repitiendo hasta el infinito la rutina del Domingo.

Acá en el Sur estamos todos, porque esta vez la gloria se la ve al alcance de la mano. Y hacia allá vamos. Paso a paso.






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