sábado, 24 de enero de 2009

Por qué me gustan los lunes



Hace mucho tiempo atrás, un cantante de rock llamado Bob Geldof (luego famoso con los conciertos de la Amnesty International) tenía un grupo que se llamaba Boomtown Rats que creó perlas como una canción llamada "I don´t like Mondays", que ganó la adhesión fervorosa de los devotos de fiebres de sábado nocturnas, de los lastimados por resultados futbolísticos adversos durante el domingo, y de los vagos en general.

Hubo un equivalente ecológico en Argentina, cantada por Sui Generis que se llamaba "Lunes otra vez", una típica canción adolescente desesperanzada en donde Charly García clamaba sobre los infortunios varios de los lunes, el gris depresivo de la ciudad, etc, etc, una canción que ahora creo que es muy inferior a "I don´t like Mondays" pero que en mi adolescencia me gustaba y que solía cantarla mentalmente todos los lunes que iniciaba mi fatídico viaje en colectivo para ir al colegio secundario. Sea como sea, el entusiasmo que generaban estas canciones surgía de algo básico y evidente: a casi nadie le gustan los lunes, sobre todo de mañana y peor si son lluviosos.

Digo a casi nadie porque yo en los últimos tiempos me he transformado en un enamorado de los lunes. No, no, no es una pose snob para garantizar exclusividades de pensamientos y actitudes. Es un sentimiento sincero, originado porque un lunes nuestra hija llegó a nuestras vidas. Y otro lunes de enero, la niña me miró y balbuceó con una voz finita (y adorable, claro) "papá". Mi mujer y mi vieja lloraron y yo tuve la certeza de que uno a veces, solo a veces y muy de vez en cuando, se ganan medallas que quedan para siempre colgadas del pecho.

Y por eso ahora hasta les diría que los lunes me generan una cierta expectativa, lo que no quita que sigan odiando al despertador.

Pero los lunes, ah los lunes guardan sorpresas que los sábados no imaginan.



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