Muchos años atrás,
en un lugar distante conocido
como las Tierras
Diamantinas, vivían un rey y una reina muy queridos por todos los
habitantes del reino por su bondad y sencillez. Durante muchos años
ellos desearon tener un hijo o una hija. Como no llegaba, finalmente
decidieron adoptar un bebé. Un día, después de bastante tiempo de
espera, tocaron a la puerta del castillo: la señora del reino
encargada de las adopciones traía una pequeña niña. El rey y la
reina estaban encantados con el hermoso bebé, al que decidieron
llamar Guillermina.
El tiempo fue
pasando, como pasa el tiempo, a veces despacio, a veces rápido,
siempre incansable. Guillermina fue creciendo feliz, todo el mundo la
adoraba
por
su forma amable de tratar a las personas y animales que vivían
en el reino. El rey y la reina la amaban más a cada día que pasaba:
ella era simplemente la hija perfecta, ni en los mejores sueños
ellos habían imaginado una niña tan maravillosa.
Sin embargo los reyes comenzaron a
estar preocupados. Ellos tenían miedo de que cosas terribles le
ocurrieran a Guillermina.
- ¿Y si ella se cae del caballo
real?, pensaba el rey.
- ¿Y si a mi amada princesa la pica
una abeja?, se horrorizaba la reina.
De tan preocupados, poco a poco
dejaron de dormir por las noches y apenas comían. Los consejeros del
rey, al ver tan terrible situación, le dijeron que era necesario
encontrar una solución. Y así fue que durante mucho tiempo el rey,
la reina y los consejeros estuvieron pensando de qué forma
Guillermina podía crecer sin peligros. Un día, mientras el rey
tomaba baño tuvo una idea y grito feliz:
- ¡Eureka! Ya lo que debemos hacer,
mi reina!
- ¿Cuál
es tu idea, amado rey?, preguntó la reina, llena de esperanza al ver
a su marido tan contento.
- Vamos a construir un castillo en la
montaña más alta que podamos encontrar. El castillo estará tan
alto que ningún peligro podrá llegar hasta él.
- ¡Qué idea tan
fantástica! ¿Y
cuándo podremos empezar a construirlo?
- Mañana mismo, respondió
entusiasmado el rey.
Y así fue que una multitud de
arquitectos, ingenieros, albañiles, carpinteros, plomero, pintores y
muchas otras personas de los más diversos oficios comenzaron a
construir el nuevo castillo en una montaña tan alta que no se
conseguía ver donde ella acababa. A los habitantes del reino les
pareció una obra maravillosa, había sido construido tan alto en la
montaña que a veces las nubes lo tapaban. Fue así que todo el mundo
comenzó a llamarlo "El Castillo en el Aire", porque de
lejos parecía que, efectivamente, flotaba en el cielo.
En el nuevo castillo no existía
ningún peligro: se encontraba en medio de las montañas, lleno de
piedras a su alrededor. Así, ningún caballo podía cabalgar por
ahí. Con tantas piedras, las flores no crecían y, sin flores, no
había abejas.
El cielo era de un azul brillante.
Guillermina en su cuarto, que lógicamente quedaba en la torre más
alta del castillo, pasaba las horas tratando de encontrar nubes con
formas de caballos, flores o niños.
El rey y la reina estaban muy felices
porque ahora su amada princesa vivía en un
lugar realmente seguro.
Sin embargo Guillermina poco a poco
fue perdiendo su alegría. Cuando sus padres notaron que pasaba mucho
tiempo sin hablar, le preguntaron qué era lo que le estaba
ocurriendo.
- Nada, nada, decía Guillermina,
suspirando mientras miraba el cielo de azul perfecto.
Los reyes llamaron a los mejores
médicos del reino para que revisaran a la princesa. Ellos no le
encontraron ninguna enfermedad.
- Mi majestad, la princesa Guillermina
es una niña extremadamente saludable, no sé lo que ella tiene, dijo
el doctor de la corte del Castillo en el Aire.
Un día los reyes vieron una vez más
a su hija mirando por la ventana de su cuarto. Estaba lloraba en
silencio.
- ¿Qué
te ocurre
mi hija querida?, preguntó la reina.
- ¿Has
comidos muchos chocolates? ¿Te
duele la barriga?, agregó el rey.
- No, no, respondió Guillermina, con
su cara brillante de tantas lágrimas.
- Por favor hija mía, cuéntanos lo
que te ocurre, pidió el rey, muy preocupado.
- Es que a mí me gustaría jugar con
mis amigos. Y como ahora vivimos en esta montaña tan alta, ellos no
pueden venir hasta aquí, respondió Guillermina sollozando.
- ¡Ay hija! ¡Cómo fue que no pensé
en eso!, exclamó el rey, percibiendo al instante su error.
Rápidamente los inventores del reino
crearon un globo gigante que podía volar desde las montañas hasta
abajo, en donde vivían los pobladores del reino. Ese mismo día
Guillermina invitó a sus amigos a jugar y conocer el Castillo en el
Aire. Todos estabam muy entusiasmados de poder volar en el globo
gigante de color rojo y visitar el nuevo castillo de la princesa.
Los reyes miraban felices como
Guillermina se divertía con sus amigos y amigos, jugando a las
escondidas, comiendo torta de chocolate con dulce de leche y bebiendo
jugo de frutillas.
Y en ese mismo instante se dieron
cuenta de que en la vida pueden existir muchos peligros, pero que uno
de los peores es no estar con los amigos que uno más quiere.
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