Como
a tantos otros, me encantan las novelas policiales. Las leo como
"road movies", en donde lo que importa es recorrer el
camino e ir encontrando personajes interesantes y atisbos de la
condición humana.
Mi
madre me prestó un libro de Maurizio di Giovanni, un napolitano que
creó una figura entrañable, el inspector Ricciardi, encargado de
investigar crímenes en Nápoles durante la época del fascismo.
En
la tradición más noble de las novelas policiales, el detective
tiene siempre alguna característica peculiar: en el caso del
comisario Ricciardi es la capacidad de percibir las últimas palabras
que dijeron o pensaron las víctimas antes de morir. Podría ser un
detalle tipo realismo mágico burdo, pero para mi gusto funciona muy
bien.
Y
di Giovanni se encarga de recordarnos que lo importante no es saber
quien fue el asesino sino ver y sentir el camino:
"El
hombre que mira es el que no vive. Solo puede ver como pasa la vida
de los otros y vivir a través de ellos. El que mira no consigue
vivir".
Entre mis metas del año que comienza he incluido seguir leyendo los casos del inspector Ricciardi.
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